miércoles, 25 de febrero de 2009

Quienes toman y no pueden controlar el consumo de alcohol, pero aún no son adictos a la bebida, disminuirían su ingesta incluso después de una sola sesión de autoayuda por correo electrónico o Internet, según sugirió una revisión de estudios publicados. La revisión de 14 estudios publicados determinó que “las intervenciones de interacción personalizada” alentaban a los participantes -muchos eran estudiantes universitarios– a reducir el consumo de alcohol después de una sola sesión. En cada estudio, las intervenciones se realizaron por correo electrónico o Internet. Uno de cada ocho participantes disminuía su consumo de alcohol a niveles moderados, concluyó el equipo en American Journal of Preventive Medicine. Las sesiones de retroalimentación buscaron principalmente que los participantes analizaran sus hábitos de consumo de alcohol (cuánto y con qué frecuencia bebían por semana) y los compararan con las conductas normales de personas de su edad. Ellos aprendieron también cuáles son los riesgos de beber excesivamente y qué dicen las guías sobre el consumo “sensible” de alcohol. Ese resultado, sostuvieron los autores, sugiere que habría una forma relativamente simple y de bajo costo para motivar a los grandes bebedores a dejar el alcohol. La autora principal del estudio es Heleen Riper, del Instituto Trimbos, en Utrecht, Holanda. Durante años se desconoció como tratar a los bebedores problemáticos, que son los que aun no son adictos al alcohol pero tienen hábitos riesgosos, como beber frecuentemente o darse atracones con el alcohol. Aún cuando no haya una adicción grave, esos bebedores tienen riesgo de autolesionarse o de lastimar a otros, o tener problemas laborales o escolares, dijo Riper a Reuters Health. Mientras que muchos de esos bebedores se resistirían a enfrentar la consejería, Riper señaló que aceptarían recibir ayuda anónima por Internet. Según el equipo, una gran cantidad de instituciones podría ofrecer intervenciones de retroalimentación personalizada, como los grandes empleadores, las universidades, las empresas de seguro de salud y las agencias gubernamentales.
Colaboración: Gisela Dorfman

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